Ramin Jahanbegloo, (Teherán 1956), filosofo político iraní, conocido por su posición a favor de la democracia, la no violencia y la apertura a Occidente de su país |
Conferencia impartida por el Dr. Ramín Jahanbegloo el 13 de julio de 2012 en el Auditorio del Museo de Madinat al-Zahra, Córdoba. Traducción: Ramón Fernández Barba
El “dialogo de
civilizaciones” se ha convertido en una de las claves en el discurso global
sobre temas relacionados con la globalización cultural y la resolución de
conflictos internacionales. En cualquier caso, la desaparición de estereotipos
tradicionales incrustados en los vectores ideológicos de la era de la Guerra Fría ha dado a
luz un nuevo esquema de confrontación, que se percibe bajo el concepto de
choque de civilizaciones. Esta nueva forma de fricción ideológica puede llegar
a convertirse en un conflicto, real y de gran importancia, especialmente cuando
a los actos violentos se les otorga una dimensión religiosa, disparando así una
serie de eventos que pueden escapar a la racionalidad política. Desde el
conflicto entre el imperio aqueménida de Persia y las ciudades-Estado de
Grecia, los choques entre civilizaciones han sido un gran tema habitual en la
historia del mundo. De cualquier manera, si la energía liberada cuando dos
culturas colisionan pudiera ser canalizada en la dirección correcta, el
contacto entre dos civilizaciones diferentes podría crear una oportunidad única
para el nacimiento de una autorreflexión constructiva. Las personas serían
capaces de examinar su propio marco de referencia cultural a la luz de otro
diferente, y si tal experimento tuviera éxito, no sólo se evitaría el
conflicto, sino que también se abriría una oportunidad para ensanchar los
horizontes intelectuales de la propia cultura.
De hecho, no es
demasiado complicado encontrar ejemplos en la historia en los que un choque de
civilizaciones ha conducido a un dialogo en un nivel superior. El ejemplo de
al-Andalus es particularmente relevante en lo concerniente al dialogo entre
culturas.
La historia de
la experiencia andalusí, o de lo que podemos llamar, con mayor precisión, el
“paradigma Córdoba” no puede separarse de la de la civilización islámica. El
periodo andalusí supone un cenit de la civilización del Islam que merece ser
remarcado, cuando muchos de los principios del dialogo interreligioso e
intercultural pudieron ser completamente desarrollados, partiendo especialmente
de la transmisión del conocimiento, principalmente de fuente griegas al árabe,
antes de que fueran traducidas de nuevo a otros idiomas. Andalucía acompañó
este proceso con una experiencia única en términos de su cumplimiento tangible
en todas las esferas de la vida. Se puso especial hincapié en el aprendizaje,
caracterizado por una fascinación por la ciencia, la literatura árabe y el
discurso filosófico entre fe y razón, pero lo más importante de todo fue la
experiencia de diversidad y dialogo. La coexistencia cultural adoptó múltiples
formas, tejiendo una malla de contacto y tradición, creación y
redescubrimiento. El legado cultural de Córdoba es impresionante por su escala
y esplendor. Se puede encontrar, por un lado, la tradición árabo-islámica de
Ibn Tufayl e Ibn Rushd (Averroes) y por el otro, la herencia judeo-arábiga de
Ibn Gabirol e Ibn Maymun (Maimonides), pensadores que emplearon el árabe como
medio de expresión. A menudo se han comparado la Summa Contra Gentiles
de Santo Tomás de Aquino, la Guía
de los Perplejos de Maimonides y la Incoherencia de la Incoherencia de
Averroes. Una coexistencia cultural de este tipo fue posible gracias a
principios religiosos y legales de gran alcance en sus implicaciones. Esta es
la razón por la que la experiencia andalusí constituye un momento excepcional
en la historia, probablemente único en su época y raramente igualado en alguna
otra. El más notable y creativo rasgo del “Paradigma Córdoba” es esta
convivencia y coexistencia, basadas en principios legales y religiosos. Lo reseñable
de la vida religiosa y cultural en la
España islámica es que en su rico e intenso dialogo, judíos,
cristianos y musulmanes no estaban tan interesados en convertir al otro a su
respectiva fe como en profundizar su comprensión y convencerse a sí mismos
sobre la verdad de las propias creencias. Creo que todos estaremos de acuerdo
en que en el núcleo del caso de Córdoba no encontraremos intolerancia sino
aspiración a lo universal y respeto por la diversidad.
Mientras en
Europa caían las tinieblas con la caída del sol, Córdoba, la sede del imperio
musulmán en España, disponía de iluminación urbana por lámparas. Los europeos
se bañaban en arroyos y lagos, los cordobeses disponían de más de mil baños.
Europa estaba repleta de bichos, mientras que la gente en Córdoba se cambiaba
la ropa interior a diario. Los europeos andaban sobre el fango, mientras que
las calles cordobesas estaban pavimentadas. Los palacios de Europa tenían
aberturas para el humo en sus tejados al tiempo que la arquitectura de arabescos
de Córdoba era exquisita. Mientras que la nobleza europea era incapaz de
escribir su propio nombre, los niños cordobeses iban a la escuela. Cuando los
monjes europeos no podían leer el servicio bautismal, los profesores cordobeses
creaban una biblioteca con dos millones de volúmenes sobre todos los aspectos
de la vida humana.
Esta es una
pequeña página de la Historia
de Europa que los estudiosos europeos eligen bien ignorar directamente, bien
mencionar fugazmente en sus libros de historia. En esta época moderna de
dominio global occidental, a menudo escuchamos cuan civilizada, democrática,
humana, tolerante e ilustrada es y ha sido Europa en comparación con los
bárbaros, primitivos, violentos musulmanes, anclados en una mentalidad
medieval. A través de la Edad
Media, judíos y musulmanes tomaron gran cantidad de cosas del
otro en filosofía, ciencia, misticismo y derecho. Por ejemplo, Maimonides tuvo
muchas influencias de los filósofos musulmanes, mientras que muchos en el mundo
islámico de hoy leen a Maimonides como un pensador árabe. Era, verdaderamente,
una sociedad abierta, creada por una atmosfera de unidad, sin que importara que
religión profesara cada uno. En la
España musulmana, por un periodo de casi ochocientos años,
existió una sociedad donde judíos, cristianos y musulmanes vivieron juntos en
pacífica coexistencia, compartiendo conocimiento, cultura y comprensión. Hoy,
en nuestro mundo global, nos enfrentamos a la misma cuestión de la coexistencia
pacífica. Sin embargo, nuestro mundo, que se vanagloria del liberalismo y de la
universalidad de sus ideas, ofrece pocas experiencias que igualen el periodo
andalusí. Desafortunadamente, la teoría del choque de civilizaciones ha
distorsionado nuestra visión histórica. Las corrientes dominantes dentro de la
historiografía de estudios islámicos se centran bien en el pasado más distante
(Islam temprano), bien en el Islam contemporáneo, y olvidan el legado andalusí,
percibiéndolo como algo exclusivamente español, aislado del resto del mundo
musulmán. A pesar de este olvido histórico, la experiencia andalusí continua
siendo válida como un legado de dialogo y una actitud filosófica que ha
acercado a Occidente y al mundo musulmán por su potencial civilizador. Como
tal, las sociedades islámicas contemporáneas no pueden negar este legado de
dialogo y empatía como un potencial que ha existido dentro del Islam. Ha
llegado el momento de revitalizar este potencial en el debate público musulmán
contra la visión cerrada que propugna el fundamentalismo islámico. Ciertamente,
si el Islam ha de tener un futuro como cultura, este habrá de descansar sobre
su capacidad de diálogo e intercambio con otras culturas y religiones. Es
necesario recordar, igualmente, que el “Paradigma Córdoba” es también una
herencia perteneciente a los europeos del que deben congratularse y recordar
que sin él, la visión del multiculturalismo de su propia civilización quedaría
distorsionada. De hecho, se podría decir que la gloría de la civilización
islámica emergió como consecuencia de una ingente confluencia de ideas
divergentes. Condujo a la aparición de diferentes corrientes de pensamiento: fiqh
(Teoría legal islámica), Falsafa (Filosofía), adab (Ciencia
de la moral), tasawwuf (Espiritualidad) y kalam (Metafísica).
Estas corrientes de ideas contingentes continuaron fluyendo y enriqueciendo, no
sólo al mundo islámico sino también al conjunto de la civilización humana. Se
debería intentar buscar el núcleo filosófico de la no violencia islámica en el
dinamismo civilizatorio de la experiencia andalusí. Es necesario recordar que
el modelo andalusí estableció una conexión entre Oriente y Occidente y entre la Antigüedad y el
Renacimiento. Al-Andalus, en particular, y la civilización islámica, en
general, sirvieron tanto como reserva del antiguo conocimiento y ciencia
griegos como de punto de trasmisión en su viaje hacia el occidente cristiano.
El “paradigma Córdoba” podría ser celebrado en nuestros tiempos por el grado en
que el pluralismo religioso y tolerancia cultural fueron rasgos de esta
gloriosa experiencia.
La Alhambra. Patio de los Leones. |
Uno de los
principales problemas que aparecen frecuentemente en una situación de diálogo,
es la tendencia a comparar los ideales de la propia fe con las prácticas de la
otra y viceversa. Esta aproximación se utiliza básicamente para degradar y
rebajar al otro. Esta forma de pensar no sólo impide la comprensión y la
genuina conversación a través de los límites confesionales, también conduce a
la innecesaria glorificación de la propia fe y de sus textos sagrados. De
hecho, el verdadero problema surge cuando en ambas partes se comienza a pensar
que un equilibrio o acuerdo entre los dos es imposible, haciendo el conflicto
inevitable. Cuando esto sucede, se deja de escuchar al otro y se le
deshumaniza, haciendo el choque aún más probable. Hasta que las tres religiones
descendientes de Abraham descubran un nuevo paradigma de vida religiosa que
honre la diversidad como parte de la religiosidad humana, competirán y las
civilizaciones estarán enfrentadas. Este nuevo paradigma no puede ser enseñado
sino que debe ser descubierto. Y el camino para el descubrimiento es sumergirse
en una profunda experiencia interconfesional con las diferentes tradiciones
contemplativas del mundo.
El aspecto
contemplativo de la religión siempre conduce a un sentimiento de humildad. Los
grandes místicos de cualquier fe siempre entendieron que Dios es mayor que
cualquier religión. A través de la inmersión en las tradiciones contemplativas
del judaísmo, Islam y cristianismo y cultivando la humildad espiritual que
nutra un paradigma de diversidad sagrada y respeto mutuo (opuesto a la mera
tolerancia), el mundo puede superar el choque de civilizaciones hacía una nueva
era de dialogo global y cooperación inter-espiritual de carácter pacifico. Hoy
en día no estamos experimentando tanto un choque de civilizaciones como uno de
intolerancias. La intolerancia es la incapacidad o falta de voluntad para
soportar algo diferente. La intolerancia a otras personas distintas a nosotros,
prevalece, obviamente, en nuestras sociedades modernas. No se trata únicamente
de intolerancia moral o política. Se trata de intolerancia hacia cualquiera que
sea distinto de nosotros en cualquier aspecto.
Desde el
trágico acontecimiento del 11-S, ha habido un aumento de ataques raciales
contra musulmanes, sijs, y cualquier con origen medio-oriental o asiático.
Igualmente, comentarios imprudentes realizados por políticos o por los medios
de comunicación, han colaborado a avivar las llamas del odio y el miedo entre
las diferentes comunidades de creyentes por todo el planeta. Pero la
intolerancia contra los musulmanes va de la mano de la demonización de
Occidente por parte de los fundamentalistas islámicos.
Mientras que
muchos musulmanes reconocen el apoyo y sensibilidad de la mayoría de
occidentales, algunos otros continúan avergonzando a todos con su estrechez de
miras y la crudeza de sus sentimientos en relación a Occidente. La agenda
parece ser la misma en ambos lados: promover un conflicto generalizado entre el
mundo musulmán y Occidente. Pero ¿en quién recae la responsabilidad de detener
este choque de intolerancias cometido en nombre de Occidente y el Islam? La
respuesta, evidentemente, es en aquellos musulmanes y no musulmanes que se
oponen a la descripción apocalíptica y sin matices de un mundo dividido.
Cualquier solución que se plantee al choque de civilizaciones contemporáneo
debe recurrir a la lucha contra el nacionalismo enloquecido, el odio tribal, y
la intolerancia religiosa y étnica, animando a las fuerzas que se les oponen a
adherirse a los valores de moderación, tolerancia y no violencia. Resulta
difícil reconciliar la idea del diálogo entre culturas con la opinión
contemporánea de que la no violencia es meramente una estrategia de
conveniencia. La no violencia no es una camisa que te puedes poner hoy y quitar
mañana. La no violencia se ha convertido en una necesidad práctica en las
relaciones internacionales. Al igual que fue inevitable crear una cultura
completa de la violencia a nuestro alrededor, necesitamos crear una cultura de
la no violencia y el dialogo que nos envuelva para poder dialogar. El
llamamiento a ser tolerantes y no violentos sólo puede significar, por
supuesto, que debemos ejercitar la tolerancia y la no violencia cuando nos
vemos confrontados con ideas o acciones que desaprobamos o incluso consideramos
odiosas, de la misma forma en que la libertad de expresión únicamente tiene
sentido cuando se refiere a personas que dicen cosas que consideramos negativas
o erróneas.
Medina Azahara. |
Porque,
obviamente, no tiene dificultad ni mérito alguno, y por lo tanto no hace falta
ningún esfuerzo espiritual, tolerar lo que consideramos bueno y correcto y que
concuerda con nuestra propia idiosincrasia, de la misma forma que no tiene
especial merito tolerar a personas que opinan como nosotros. Y sin embargo,
como demuestra la historia una y otra vez, no debemos ni podemos tolerar lo
inhumano. Tolerar lo inhumano únicamente conduce a una mayor inhumanidad. Quien
tolera pasivamente estos comportamientos, es tan responsable como quien ayuda a
perpetrarlos. El diálogo no violento es la mejor manera de protestar contra lo
inhumano sin ser indiferente a ello. Esto quiere decir que, si el diálogo
intercultural ha de ser real, debe ir acompañado, apoyado y cuestionado por una
tolerancia dialógica. Diferenciada de una tolerancia dialéctica, en la cual
cada voz está encerrada en su punto de vista preestablecido y también de una
tolerancia ecléctica, la tolerancia dialógica involucra tanto al otro yo-mismo
como al propio yo-mismo. Esto supone el encuentro de alguien que es a la vez
otro y uno mismo. Esto recuerda a un hermoso poema de T. S. Elliot publicado en
“Cuatro Cuartetos”, donde el personaje de un poeta-filosofo oye en su interior
la voz de otra persona y dice: “Aunque no éramos. Era aún yo mismo.
Conociéndome a mí mismo, pero siendo, al tiempo, otra persona.” Esa otra
persona, que al tiempo es y no es, como la voz de otra cultura que acude a
nosotros y nos pide estar abiertos a las posibilidades del pensamiento ajeno,
al igual que la voz del diálogo en sí mismo. Esta actitud de apertura sugiere
que los participantes en un dialogo están obligados a creer que la visión del
mundo del otro es comprensible. En otras palabras, no es posible la existencia
de un dialogo intercultural entre culturas que constituyan unidades de
significado completamente selladas. Más bien, deben asumir que su visión del
mundo es un horizonte abierto. Toshihiko Izutsu emplea la expresión "fusión
de horizontes" para describir la forma en que el contacto entre dos
marcos referenciales culturales opuestos puede dar como resultado que ambos
logren crear una nueva perspectiva global por encima y más allá de su
respectiva y previa visión del mundo.
Si se habla en
términos de principios y espiritualidad, esta opinión se aplicaría no de forma
exclusiva a nivel de cultura, sino también al de civilización; ciertamente, lo
que se persigue hoy en día es esa fusión de horizontes –la clave para
transformar un choque de civilizaciones en un diálogo entre ellas. Si se
realizaran esfuerzos a lo largo de todo el mundo, entre todas las culturas,
para conseguir “una fusión de horizontes”, entonces se conseguiría,
finalmente, una globalización en el verdadero sentido de la palabra. Es más, el
objetivo de llevar a cabo un diálogo entre culturas no es un mundo de
pensamiento y cultura uniforme, sino, idealmente, todo lo contrario. El dialogo
de culturas no debería ser nada menos que un mecanismo de enriquecimiento de la
individualidad y la visión del mundo de la gente, sin importar si son de los
Estados Unidos o de una comunidad islámica. Cualquier cultura tiende a poseer
un marco de referencia que condiciona la forma básica del comportamiento,
formas de pensar y emociones de los miembros de esa cultura. Las personas
pertenecientes a una cultura concreta basan sus ideas, sentimientos y comportamientos
en el marco referencial de esa cultura.
La comprensión
dialógica demanda que los miembros de las diferentes culturas involucren
activamente al otro en un dialogo real, escuchen lo que el otro tenga que decir
y alcancen acuerdos parciales sobre el significado de las perspectivas
comunicadas. Algo importante es que esto supone también el cuestionamiento de
la otra cultura, sin evitarlo. El cuestionamiento crítico sigue siendo parte
del proceso de dialogo intercultural. Pero teniendo en mente que lo que no
sabemos debe recordarnos la sabiduría socrática. Aunque el cuestionamiento
socrático procedía de su admisión de la ignorancia, permitía la crítica de los
valores y creencias de su interlocutor apuntando sus propias inconsistencias.
Al apuntar los limites del conocimiento de Theateto, Sócrates cree que el joven
puede volverse más amable con sus propios colegas. Del mismo modo, cuando
caracterizamos el dialogo intercultural como un cuestionamiento sin límites,
cada participante anima al otro a experimentar sus puntos de vista cultural
como abiertos a la revisión. Una conversación transcultural, incluso con un
“otro” inflexible, ofrece a los participantes las ventajas tanto del
autodescubrimiento como la posibilidad de aprender otro aspecto de una verdad
mayor y más compleja. El objetivo no debe ser necesariamente un acuerdo entre
personas que mantengan opiniones diferentes en lo fundamental. La meta es
conseguir un sentimiento de empatía y solidaridad con el mundo. Ya no es
posible demandar formas de homogenización cultural ni abogar por una visión de
diferenciación radical.
El mundo es
plural y es necesario respetar esta pluralidad. Pero ni el Derecho
Internacional ni las instituciones internacionales bastan para asegurar la paz
y el diálogo en nuestro mundo contemporáneo. Necesitamos cultivar una
coexistencia dialógica, lo que es únicamente posible cuando existe un interés
real en escuchar y comprender los puntos de vista del otro y respetar la parte
más vital para su identidad cultural. Estas son las premisas básicas y
objetivos fundamentales de un diálogo no violento entre culturas. Pero también
es necesario comprender que en el mundo actual, la espiral de odio y violencia
constituye una enorme amenaza, tanto para la paz internacional como para el
destino humano. Ha llegado el momento de tomar conciencia de que nos
encontramos en medio de un gran cambio. La democratización de la intolerancia
se ha convertido en la norma del comportamiento social. Paradójicamente, la
noción de tolerancia predicada por todas las religiones y culturas se vuelve
intolerancia dentro de los límites de políticas particularistas. Nuestra forma
de pensar debe trascender la predeterminada oposición binaria entre “Occidente”
y “El resto del mundo” (The West and The Rest), que parece sugerir que el resto
de mundo no tiene nada que decir sobre Occidente. Tal afirmación renegaría de
la esencia pluralista de la civilización occidental. Si Occidente comienza a
actuar como los Talibanes, ignorando la existencia de su interior de una
pluralidad de visiones y culturas, está condenada a traicionar sus raíces
liberales y sus objetivos democráticos.
La Alhambra. El Partal. |
En cualquier
caso, siempre existe la posibilidad de coexistir en un mundo crecientemente
intolerante. Podemos partir de la premisa de que la dignidad humana es
demasiado vasta como para ser monopolizada por una sola cultura. En otras
palabras, cada cultura alimenta y desarrolla algún aspecto de la dignidad
humana; el progreso siempre procederá del dialogo entre culturas. De esta
forma, si Occidente le está demandando al Islam acabar con sus intolerancias,
el propio Occidente no tiene una tarea menor en el mismo sentido. Los
musulmanes necesitan de Occidente para encontrar un equilibrio entre democracia
y responsabilidad, mientras que Occidente podría aprender del sentido de
comunidad del Islam.
Mahatma Gandhi,
una figura relevante de nuestra época, luchó durante toda su vida contra la
intolerancia. Cada una de sus acciones iba dirigida a crear armonía entre
culturas e individuos. Gandhi habla de forma inmejorable sobre el dialogo de
culturas y el intercambio de ideas cuando dijo: “No quiero que mi casa esté
rodeada de murallas y mis ventanas tapiadas. Quiero que las culturas de toda la
tierra entren volando en mi casa tan libremente como sea posible”. ¡Qué desafío
constituyen estas palabras para aquellos que estamos luchando contra el choque
de intolerancias! Si el mundo busca una forma de evitar el choque de
civilizaciones, la mejor forma es defender la propia libertad de expresión sin
faltar el respeto a las opiniones ajenas. La verdadera naturaleza del diálogo
consiste la habilidad de verse a uno mismo desde la perspectiva del otro. Es
una verdad evidente que existen fuerzas en el interior de la propia cultura que
previenen este compromiso. Hay un riesgo cierto de percibir algo en otras
culturas o religiones que, simplemente, no está ahí, pero ese es el riesgo de
todo diálogo. Si alguna deconstrucción es necesaria para poder entablar
adecuadamente un fructífero diálogo con otras culturas, es aquella que busque
purgar nuestra cultura y conciencia de rasgos violentos y destructivos.
Porque la
cuestión más relevante no está relacionada con qué debemos creer, sino qué
deberíamos hacer al respecto de nuestras creencias. Esta fue la labor
conseguida por grandes figuras históricas como Mahatma Gandhi, Martín Luther
King Jr. o Abdul Ghaffar Khan. Permítanme aprovechar la oportunidad de honrar
el legado de Abdul Ghaffar Khan, más conocido como Badsah Khan, que murió en
1988 en Peshawar, Pakistan, a la edad de 98 años. Badsah Khan ya no se
encuentra con su gente, pero sus sacrificios de toda una vida al servicio de
los Pastunes permanecerán como una gran fuente de inspiración. La profunda
creencia de Abdul Ghaffar Khan en la verdad y efectividad de la no violencia
proviene de las profundidades de su experiencia personal en la fe musulmana. Su
vida es un testimonio verídico de que la no violencia y ser musulmán son
perfectamente compatibles. “Actualmente el mundo viaja en una extraña
dirección”, dijo Abdul Ghaffar Khan en 1985, “Ves que el mundo se dirige
hacia la destrucción y la violencia. Y la especialidad de la violencia es crear
odio entre las personas y crear miedo. Soy un creyente de la no violencia y
afirmo que ni la paz ni la tranquilidad reinarán sobre la gente de la Tierra hasta que la no
violencia sea practicada, porque la no violencia es amor e infunde valor en las
personas”. El legado de Abdul Ghaffar Khan puede sernos de gran ayuda a
todos en la tarea de evitar el choque de intolerancias entre el Islam y Occidente
y entre musulmanes e hindúes en el subcontinente indio. Su vida como
constructor de puentes es una afirmación clara y transparente de que el
diálogo, la paz y la coexistencia cultural son posibles más allá del choque de
civilizaciones.
Autor: Ramin
Jahanbegloo - Fuente: Ars Operandi
5 comentarios:
Demasiado largo. Menudo ladrillaco te has cascao.
¿Qué opinas de esto?
"1. España jamás volverá a ser un país 100% homogéneo de españoles de origen (y esto no es algo necesariamente “malo” – cabe hacerse una pregunta: ¿qué aspecto de la cultura española actual temes perder? ¿Los toros? ¿La sangría? ¿Las procesiones católicas? ¿La falta de representatividad? Si mañana España fuese “invadida” por una “horda nórdica vikinga”, ¿estarías en contra?
2. España sería un país mejor si aprendiésemos a respetar las diferencias religiosas y el hecho de que NO todos los españoles somos católicos ni podemos imponer una monocultura a todo bicho andante en este país.
3. La mayoría de los musulmanes en España no se levantan cada mañana pensando en cómo conquistar “Al Andalus” de la misma manera que la mayoría de católicos españoles no se despiertan todos los días pensando en El Cid Campeador.
4. El universalismo altruista llevado a ultranza tampoco es bueno y existe un problema migratorio que debemos intentar todo lo posible para mejorar pero por mal camino vamos si empezamos a hablar en términos de “amenaza del Islam” con el objetivo de defender “la España católica”. Gracias a Dios, España jamás volverá a ser un país católico como antes y somos mejores por ello."
http://liberalismodemocratico.wordpress.com/2012/09/06/deja-de-echarle-la-culpa-al-islam-por-tus-problemas/
¿Hola? ¿Sigue este blog en activo?
Pues claro que sigue activo, Siglinda. Solo tienes que fijarte en la fecha de la última entrada y verás que es del sábado pasado.
En cuanto a las preguntas que haces en tu primer comentario, no se a quien van dirigidas. Si es a mi te contesto que estoy de acuerdo con tu razonamiento pero es muy complicado intentar explicarle esto a algunas personas.
Muchas gracias por participar.
Son unos puntos de un artículo que leí el otro día, el enlace está al final de mi primer comentario.
Publicar un comentario