lunes, 17 de octubre de 2011

Los cinco pilares del Islam


Islam es una palabra árabe que significa "sumisión" y hace referencia a la completa sumisión de la persona al Dios único. El término musulmán deriva de la palabra Islam y designa a la persona que se somete a Dios. Esta sumisión se manifiesta en cada actividad humana, pero especialmente en cinco actos, considerados un nivel más alto de espiritualidad y que son compartidos por todas las personas musulmanas. Constituyen los cinco pilares del Islam:   

  • LA DECLARACIÓN DE FE (Shahadah)
 Este pilar está basado en la "shahadah", la declaración de fe con la que una persona se convierte al Islam:
"No hay más Dios que Dios y Muhammad es su Profeta".

Para convertirse al Islam, sólo hay que recitar esta frase diciendo primero "Atestiguo”, ante dos miembros de esta religión.

En la religión islámica no hay sacerdotes, puesto que se considera que ningún ser humano puede interponerse entre Dios y su adorador, y todo el mundo puede ser el Imam, es decir, el director de la oración. No obstante, con el tiempo y la práctica ha ido surgiendo un poderoso grupo de eruditos religiosos, denominados Ulemas ("los cultivados”), que vienen a detentar, más o menos, el mismo tipo de autoridad en cuestiones religiosas que los clérigos en la Europa occidental.

Los musulmanes creen que Alá ("Dios”) es todopoderoso y el único creador del mundo. No tiene ni hijos ni hijas y, por lo tanto, su religión no acepta a Jesús como hijo de Dios, aunque sí cree en los profetas y sus mensajes. Muhammad fue el último profeta y también el más grande. La palabra de Dios, enviada a través suyo, servirá de guía a los hombres desde su época hasta el día del Juicio Final. 

  • LA ORACIÓN (Salah)
Para un musulmán, la oración es el deber más importante de su vida religiosa, pues es mediante ella como da gracias a Dios por su existencia y por todo lo que posee.

Hay dos tipos de oración:
    • La oración privada: que se puede llevar a cabo en cualquier momento.
    • La oración pública: que tiene lugar cinco veces al día.
La primera se celebra al despuntar el día, cuando el muecín despierta a los creyentes con el llamamiento de "La oración es mejor que dormir”. Las otras cuatro oraciones tienen lugar a mediodía, a media tarde, tras la puesta de sol y a primera hora de la noche. En cada una de estas horas el muecín sube al minarete (torre de la mezquita) y desde allá llama a los creyentes a la oración diciendo:

Dios es el más grande
Atestiguo que no hay más Dios que Dios
Atestiguo que Muhammad es su profeta
Veníd a rogar
Veníd a la salvación
Dios es el más grande
No hay más Dios que Dios.

Antes de rogar los fieles se lavarán la cara, las manos y los brazos hasta el codo, y también los pies hasta los tobillos (si no realizan este ritual no obtendrán ningún beneficio de sus oraciones). Con estas abluciones pretenden purificar el cuerpo, del mismo modo que la oración purifica el alma, haciéndolo digno de Dios a través de la limpieza. Después, se quitarán los zapatos y empezarán la oración mirando en dirección a La Meca

En cuanto a las mujeres, no les es permitido rogar con los hombres, sino que en la mezquita han de esconderse de su vista, colocándose en los corredores o detrás de biombos.

Si un musulmán no puede acudir a la mezquita en las horas de las oraciones públicas, puede rezar a solas, pero al menos una vez a la semana (los viernes a mediodía) ha de acudir a la mezquita. Aquel día y a aquella hora, además de la oración comunitaria, hay un sermón pronunciado por un predicador, que muchas veces es el mismo Imán, y en el que se habla de cuestiones de interés público. 

  • EL IMPUESTO ALCORÁNICO (Zakah)
Consiste en la donación obligatoria de una parte de las ganancias anuales (antiguamente, una décima parte) a la caja de la comunidad musulmana, destinada a atender las necesidades de los pobres. Generalmente, los musulmanes realizan esta donación a finales del Ramadán.

  • EL AYUNO (Sawm)
Los musulmanes tienen que ayunar durante el mes del Ramadán, el noveno mes del año islámico, en el que Dios se reveló por primera vez a Muhammad.

En este mes todo el mundo, excepto los niños, las personas enfermas y las que se encuentran en viajes largos, tienen que ayunar durante las horas de sol. También está prohibido fumar y mantener relaciones sexuales, puesto que nada puede entrar en el cuerpo. Así, poco antes de despuntar el día, los despierta el llamamiento del muecín o el ruido de un tambor, para que puedan comer algo, pues desde el momento en el que hay luz suficiente para distinguir "un hilo blanco de uno negro, y hasta la puesta de sol, no pueden comer ni beber absolutamente nada.

Se considera que el ayuno, del mismo modo que la oración, acerca al hombre a Dios, recordándole que hay cosas más importantes que la comida y la bebida, además de hacerles comprender y compartir los padecimientos de los pobres.

Como el calendario islámico es un calendario lunar, el Ramadán no cae siempre en la misma época del año: unas veces se realiza en verano, otras en invierno y otras en la primavera o el otoño.

  • LA PEREGRINACIÓN (Hayy)
Tiene lugar en el mes del Dhul´ Hidja, dos meses después del Ramadán. Según la tradición, los musulmanes han de hacer, al menos una vez en la vida, el viaje santo hasta la ciudad donde Muhammad recibió las primeras revelaciones, La Meca. Allá se reúnen musulmanes de diferentes países, todos vestidos del mismo modo y realizando los mismos actos de devoción, como recordatorio que todos somos iguales ante Dios.

Una vez en La Meca, los peregrinos visitan la Kaaba, un gran edificio en forma de cubo que, según la tradición, fue edificado por mandato mismo de Dios. Posteriormente se construyó La Meca alrededor para, a continuación, rodearla a su vez de tierra sagrada. La Kaaba está cubierta por una tela negra decorada con franjas doradas y con versículos del Corán bordados. En la esquina sudeste, junto a la puerta, se encuentra la Piedra Negra, que ha sido adorada por los creyentes desde mucho antes que Muhammad fundara el Islam. Tras visitar los lugares sagrados de La Meca, la peregrinación llega a su fin durante el décimo día, en el que se ofrece a Dios un animal en sacrificio, normalmente una cabra o un cordero.

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