Uno de los guerreros más importantes y temidos de la Reconquista, y que puso en jaque a los mismísimos Reyes Católicos a la hora de la toma de la ciudad de Málaga |
En el día de hoy, nuevamente
derrotado por el rey Católico, don Fernando, parto desde esta ciudad, camino
del que sin duda será mi último destino, la bella ciudad de Málaga, capital de
toda la Rayya y puerto del reino de Granada. Me llamo Hamet el Zegrí y en este
veintinueve de mayo del año cristiano de 1486 dejo desolada la ciudad de Medina
Lawsa, llamada por mis enemigos como Loja, después de ser asediada y finalmente
arrasada y cambiada de manos.
Aún recuerdo cuando siendo
alcaide de Ronda salí al encuentro de mis enemigos los cristianos, que habían
puesto sitio a la villa de Coín, aquel mes de abril de 1485. Unos enemigos
mucho más poderosos y en mayor número que aquellos que logramos contener pocos
años atrás, que aunque no pudimos evitar la toma de Alhama, sí la de la ciudad
de la que ahora marcho, donde dimos muerte al que era gran maestre de la Orden
de Alcántara, Rodrigo Téllez Carrión, hombre valiente, que era gran enemigo
nuestro y fiel valedor de las fronteras cristianas.
Fue cuando, mientras contemplaba
ardientes los campos que forman la Vega de Granada, esos que incendian esas
tropas que llaman tercios y que capitanea el bravo Gonzalo Fernández de
Córdoba, asido a mi montura arengué a mis fieles antes de entrar en combate:
«Musulmanes, ahora quiero ver quién se apiada de las mujeres y los niños de
Coín a los que amaga la muerte y el cautiverio. Aquel a quien moviese la ley de
Allah sígame, que estoy resuelto a morir como moro, en socorro de los moros», y
aunque rompimos el cerco y dimos gran escarmiento a la infantería infiel, nada
pudimos hacer por Coín que tres días antes de terminarse abril ya era del todo
cristiana.
Después cayó Ronda, mi ciudad, y
así junto con el grueso de mis tropas, me vine a Loja, sabedor de que si se
perdía la plaza, la caída del reino estaba asegurada, los infieles ganarían,
partirían a la conquista de Málaga y capitularía Granada, con ello, moriría
también nuestra forma de vida, seríamos expulsados de nuestras casas, arderían
nuestros campos y nada de lo que conocemos, volvería nunca a ser como es ahora.
Nunca confié en Abu Abd al que
llaman Boabdil y apodan El Chico. Odié las guerras que mantuvo con su padre
Muley Hacen y que tanto debilitaron al reino, pero siempre fui fiel a la causa
de mi señor, éste a quien por su valentía todos llamamos El Zagal y que es el
verdadero amo de Málaga; sin embargo, Boabdil es mi rey y por ello, he jurado
prestarle fidelidad hasta el último día de mi vida, por lo que daré hasta la
última gota de mi sangre en defensa de la verdadera fe, de los míos y de esta
hermosa tierra hacia donde ahora parto, donde pienso fortificar el castillo de
Gibralfaro y hacerme fuerte, que nunca rendiré la plaza, porque prefiero morir
peleando que ser preso y rendirla a los cristianos.
Era alcaide de Loja Alí Attar, que había mandado llamar, por orden del rey al
sabio Ben Maj Kulmut, a quien se informó de que el ejército de don Fernando,
con más de setenta mil almas, se encontraba tan solo a doce leguas de la
ciudad, por lo que el sabio nos conminó a negociar con los cristianos, cosa que
hicimos.
Junto con los alfaquíes, ulemas y
alguaciles, formamos embajada mi señor el rey Boabdil y sus dos hijos, Ahmed y
Yusuf, el alcaide de Málaga Abdul Hassan y el de Loja Alí Attar quienes junto
conmigo formábamos la parte de los nuestros, mientras que los cristianos nos
habían enviado a los muy principales señores don Gonzalo Fernández de Córdoba a
quien llaman Gran Capitán y a don Juan Pérez Ponce de León, marqués de Cádiz,
hombres de confianza del rey don Fernando, que junto a tres maestres de la
Orden de Alcántara formaban la embajada infiel.
Ante mis ojos, los infieles por
boca de don Fernando el aragonés y la reina Isabel de Castilla, ofrecían a mi
señor Boabdil un feudo en el Reino de Granada compuesto por algunas tahas
menores y los privilegios que ya tenía para él y para todos sus herederos, a
cambio habríamos de rendir la ciudad de Loja, la de Granada y todas las villas
y plazas conocidas entre ambas ciudades. ¡Nos estaban pidiendo un reino! Sentí
la cólera llegar y en defensa de todo lo que allí se representaba grité «¡El
rey Muley Abu Abdalla Babdalí, que lo es por designio del que todo lo puede,
gobierna súbditos leales, hombres y mujeres de fe, a los que no abandonará su
Guía», pero mis palabras no retumbaron en el corazón de mi rey, pues tan sólo
las paredes tuvieron eco de ellas, por lo que se me reprendió y ordenó
silencio, momento en el que los cristianos ofrecieron una pequeña Corte que
seguiría sirviendo a Boabdil y por tanto, también gozosa de su protección.
Después pidieron firma para la capitulación…
Mi rey no cedió, por lo que me
entregó la defensa de la ciudad de Loja, que preparé a conciencia y durante
toda la noche, hasta que a la amanecida, oímos y pudimos ver a los cristianos
acercarse. Eran los mismos que habían saqueado Antequera, un gran ejército que
llegaba hasta donde la vista alcanzaba. Intentando contener el pánico, esa
misma madrugada vimos caer a nuestra infantería que dejó libre a la artillería
cristiana para machacar nuestras defensas, como así hizo. El ejército que nos
atacaba había hecho caer Ronda en tan sólo quince días. El día veintinueve del
mes de mayo del año de 1486, don Gonzalo, el Gran Capitán, entraba en la ciudad
por la puerta de Alhama. Habíamos capitulado.
Llegan noticias de que Marbella y
Vélez se han rendido, ya sólo nos queda Málaga. Si cae, sé que Boabdil
entregará Granada y con ello morirá toda una forma de vida a manos de estos
bárbaros sanguinarios y analfabetos que tanto nos odian…
Marcho para defender mi tierra,
mi ciudad de Málaga, no capitularé, no me rendiré y aunque sé, a la vista de lo
ocurrido en Loja, que la hazaña es imposible, persistiré en la defensa de mi
pueblo, aunque sea inútil, aunque se me vaya la vida en ello, aunque sepa que
ya todo está perdido…
Un día como hoy, veintinueve de
mayo, cayó Loja. Con ello quedó expedito el camino de la toma de Granada, tan
sólo había un obstáculo, Málaga, el puerto del reino y que todos presumían como
conquista rápida y fácil. Nadie contaba con la grandeza y el corazón del hombre
que se encargaría de defenderla.
Hamet el Zegrí fue un malagueño
ejemplar que defendió su ciudad con valentía y amor. No capituló. Cuando el rey
Fernando el Católico le preguntó «¿Cómo persististeis en una defensa que se
sabía inútil?». Hamet, orgulloso y noble contestó: «Juré al tomar el cargo la
obligación de morir o ser preso defendiendo su ley, y la ciudad, y la honra de
quien me la entregó, y que si fallaran ayudadores, quisiera más morir peleando
que ser preso no defendiendo la ciudad». Poco tiempo después fue ejecutado. El
dos de enero de 1492, el último rey nazarí de Granada entregaba la capital del
reino a los Reyes Católicos, sin lucha y sin honor. Toda Europa celebró la
toma. La Iglesia Católica organizó una procesión de acción de gracias que
recorrió las calles de Roma...
Fuente: laopiniondemalaga.es
Fuente: laopiniondemalaga.es
1 comentario:
20 agosto 888/1487 Las tropas castellanas entran en Djabal Faruch y el último al-Qā´id āndalusī de Mālaqah, Aḥmed al-Zegrí es apresado. Fue excluido de la capitulación, maltratado y humillado, acabó como esclavo en Qarmūna (Išbylīya) conducta impropia de los castellanos hacia alguien que había luchado noblemente por sus ideales y sus conciudadanos.
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